¡Hola! Si estás leyendo esto, aunque sea por casualidad, quiero que sepas que me he pasado a otra plataforma.
Todos mis textos están aquí: Escribiendoamedianoche
Y aquí tienes historias más largas: Wattpad
Y, por último, te dejo mi perfil en una página web en la que suelo participar con microrrelatos de cincuenta palabras: Cincuenta palabras
Supongo que no nos volveremos a ver por aquí. O sí, ¡la vida da muchas vueltas!
Escribiendo a medianoche
Blog personal de relatos cortos.
viernes, 18 de septiembre de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
El primer contacto
<<
Entré por la puerta de atrás. Tuve suerte de que hubiese una puerta de atrás,
pues de no ser así habría tenido que ingeniármelas de otra forma para poder
entrar. En la casa no había nada del otro mundo. Resultó ser parecida a la de
mis anteriores víctimas.
Entré por la cocina, así que fue la primera
habitación que vi. Era algo pequeña para mi gusto, pero suficientemente grande
para una única persona. Me entró sed, de hecho tenía la boca seca, así que no
dudé en coger algo de beber yo mismo. Tenía la nevera llena de papeles con
citas pasadas y publicidad de centros a domicilio de comida rápida. Me llevé
una sorpresa al abrir la nevera y ver que solo tenía refrescos de lata.
Normalmente hay botellas, ya que así no tienes que bebértelo el mismo día para
evitar que se disipe… ya sabes.
En fin, cogí la lata y la abrí sin pensarlo. En ese
momento no caí en la cuenta de que haría el típico ruido que hace una lata al
abrirse. Por desgracia, no fui el único que lo oyó. Noté como, sin verme, la chica
había empezado a asustarse. Estaba tensa y noté un ligero tartamudeo en su voz
cuando preguntó el típico: “¿Hay alguien ahí?”
¿Sabes qué? Siempre he pensado que hay que ser muy
imbécil para hacer esa pregunta porque, si no te contestan, que es lo que suele
pasar, te relajas pero, ¿y si lo hacen?
Así fue que, cuando murmuró la
pregunta, salí lentamente de mi escondite mientras le respondía de forma
tranquila y le daba un sorbo a mi bebida, a la espera de su reacción. Ella,
como era de esperar, se asustó más aun de lo que ya estaba. Ni te imaginas lo
que me llega a excitar ese momento, el primer contacto…>>
martes, 30 de diciembre de 2014
Bienvenido a la vida
Bienvenido a la vida,
No llores, que no es tan mala como
la pintan. Puede que ahora lo veas todo negro, pero pronto empezarás a notar
tonos de borrosos colores y, al final, lo verás todo claro.
Pues así es la vida: Unas veces
estás en una habitación deseando que deje de llover, esperando a que salga el
sol… otras, sin embargo, no creerás que deje de llover, y mucho menos que el
sol vuelva. Pero el sol siempre volverá a salir, te lo aseguro. Esperar a que
eso ocurra es aburrido, así que… ¿por qué no aprendes a jugar bajo la lluvia?
No importa cuánto te mojes: mamá no te regañará por eso. Porque ella también
sabe que esperar a que se pase la tormenta es aburrido, sabe que ese tiempo
parece interminable. A veces, mamá olvidará que mojarse un poco no es malo.
Entonces, tú tendrás que recordárselo. Empújala al jardín, no dejes que se
quede en la habitación. Recuérdale que no tiene por qué jugar sola. Recuérdale
que la quieres, aunque ella ya se acuerde. Y si está lloviendo, recuérdale que
el sol volverá a salir, dile que lo importante no es el tiempo que haga, sino
cómo lo aproveche.
Es importante que se lo recuerdes,
porque tal vez nadie más lo haga. Porque yo no podré hacerlo. Tampoco podré
jugar bajo la lluvia contigo, ni pasear en los días soleados. No podré
recordarte que te quiero, tampoco podré estar contigo por tu cumpleaños, ni en
navidad,… Solo espero que me perdones por ello porque, que no vaya a estar, no
significa que no me muera de ganas de verte crecer, de soñar contigo, de
espantar a los monstruos que vayan apareciendo por el camino, de enseñarte mil
motivos para sonreír, de levantarte cada vez que caigas y de intentar evitar
que caigas cada vez que tropieces.
Recuerda
que te quiere, Papá.
sábado, 8 de noviembre de 2014
La curiosidad no mató al gato
Intentó ser puntual para cumplir con su horario, pero eso no era lo suyo. Aparcó frente a la casa a las 22:37, llegando con treinta y siete minutos de retraso. El tiempo dejó de importarle hace mucho, cosa que solo podían saber aquellos pocos que le conocían bien.
No
salió del coche, sino que permaneció sentado en el asiento del conductor un
buen rato, observando. Pudo ver que habían dos coches en la entrada. ¿Tendría
visita o simplemente tenía dos vehículos? Observó cómo se iban encendiendo y
apagando las luces de las habitaciones que tenían ventanas. Formaban un
recorrido. Quiso imaginarse las habitaciones, los pasillos, el salón, la
cocina,... Incluso a la persona que vivía en ella.
<<¿Cómo serán sus vidas antes de mí? –Pensaba para sí mismo antes de cada trabajo– ¿Serán felices?>>
Nunca podía responder esa pregunta, pues lo único que veía en cada víctima era el terror que les producía verle a él, cuchillo en mano, decidiendo por ellos el final de sus vidas.
lunes, 3 de noviembre de 2014
Entrega realizada
El fugaz sonido de una bala volando contra el viento
silbó a través de su pelo, rozándole la oreja. Se llevó la mano al lugar que
ahora le quemaba, presa del dolor, a la vez que se giraba para ver dónde había
impactado el proyectil. Se sorprendió al ver la precisión del tirador, que
acertó entre ceja y ceja de un hombre que ahora yacía en el suelo, sin vida.
Deseó que de verdad hubiese sido precisión y no mala puntería, porque eso
significaría que ella era su verdadero objetivo. No le alivió pensar que tal vez
fuese el siguiente. Se volvió para ver de dónde procedía el disparo. Una
silueta que descubrió entre las sombras se aproximaba hacia ella a paso lento,
vacilante. Llevaba la pistola en la mano, pero no le apuntaba. La chica le
apuntó, volviendo a guardar en un cajón bajo llave el miedo que se había
permitido mostrar unos segundos atrás. La sombra se acercaba cada vez más a la
luz que desprendía la farola que les separaba.
A medida que se acercaba, pudo ir distinguiendo las
facciones de su rostro, aunque no fue hasta que entró lo suficiente en el foco
de luz que pudo reconocerle.
Él.
De todas las personas del mundo, era la última en la
que había pensado y, a pesar de ello, ahí estaba, con sus característicos aires
de grandeza. Alzó la pistola a la altura de la boca, colocando el cañón hacia
arriba, y sopló, imitando a un Cowboy que acababa de ganar un
duelo. Le guiñó un ojo a la chica a la vez que le dedicaba su amplia sonrisa
sin parar de caminar.
Cuando llegó a la altura del ahora cadáver, se agachó
para observarlo de cerca. Examinó la zona de entrada de la bala y volvió a
sonreír, esta vez para sus adentros. Era un trabajo perfecto, digno de alguien
de su calibre. Se volvió de nuevo hacia la chica.
–Es una lástima haber tenido que disparar desde lejos
–dijo mientras enfundaba de nuevo su pistola–. Tenía la frase perfecta.
–Es una lástima que hayas disparado –respondió ella–.
Tenía la muerte perfecta.
–¿Tú o él?
El chico la miró divertido. Unos minutos antes, aquel
hombre se estaba abalanzando sobre ella, aprovechando un momento de descuido.
Él no habría disparado si no lo hubiese considerado necesario. Al fin y al
cabo, no era su trabajo. Y ella lo sabía. La chica le lanzó una rápida mirada
de odio momentáneo.
Se alejaron del cadáver en un silencio que no
resultaba incómodo, cosa que agradecían. La chica sacó el móvil del bolsillo
para enviar un breve mensaje:
“Entrega
realizada.”
viernes, 17 de octubre de 2014
Calma
Sin
saber exactamente cuándo, dejó de sentir. Ya no sentía la tristeza, pero
tampoco la alegría. Le abandonó la empatía, al igual que lo hicieron los
nervios. La preocupación por no sentir era inexistente. El único sentimiento
que ahora albergaba en su interior era la calma.
Demasiada calma.
La
reconocía. Era la calma que precedía a una larga tempestad. Su notable
disminución de paciencia le ayudaba a predecir lo que traería la tormenta. Lo
había visto antes, tanto en libros como en series policíacas.
No
sabía exactamente cómo, pero algo había cambiado en su interior. Ahora solo
podía notar pequeños cambios. Se había vuelto metódico, había dejado de sentir.
Sabía
lo que venía a continuación.
Ahora
solo podía esperar a que pasase.
Era
cuestión de tiempo.
El
desencadenante.
sábado, 11 de octubre de 2014
La Parca
Apareció sin avisar aunque, de alguna forma, él ya la
esperaba. Sabía que tarde o temprano la conocería. Preferiría que hubiese sido
tarde. Quiso mirarle a la cara, pero la oscuridad creada por la capucha no le
permitía hacerlo. Ella le observó, tal vez evaluándole, tal vez solo curiosa. No
tardó en desviar la vista hacia el cadáver para examinarlo. Tenía una bala en
el estómago, que derivó en una muerte lenta y dolorosa. Pero había algo más.
Había reconocido el rostro.
–Con que tú eres quien me ha estado dando tanto trabajo… –murmuró.
El hombre asintió, orgulloso, al recordar cada asesinato. Recordó
la sensación que le invadía cada vez que notaba como la vida abandonaba a sus
víctimas. Cada vez que entraba a escondidas para lograr sorprenderlas. Cada vez
que notaba cómo se estremecían cuando les recogía el pelo detrás de la oreja
para susurrarles algo, aprovechando para olerlas a su vez. Decidió que no quería
morir recordando la última como un hecho lejano. Se acercó a La Parca lo
suficiente para poder arrebatarle la guadaña en cualquier momento y, esbozando
media sonrisa, casi en un susurro, respondió:
–Tranquila, parece que este es el último.
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