<<
Entré por la puerta de atrás. Tuve suerte de que hubiese una puerta de atrás,
pues de no ser así habría tenido que ingeniármelas de otra forma para poder
entrar. En la casa no había nada del otro mundo. Resultó ser parecida a la de
mis anteriores víctimas.
Entré por la cocina, así que fue la primera
habitación que vi. Era algo pequeña para mi gusto, pero suficientemente grande
para una única persona. Me entró sed, de hecho tenía la boca seca, así que no
dudé en coger algo de beber yo mismo. Tenía la nevera llena de papeles con
citas pasadas y publicidad de centros a domicilio de comida rápida. Me llevé
una sorpresa al abrir la nevera y ver que solo tenía refrescos de lata.
Normalmente hay botellas, ya que así no tienes que bebértelo el mismo día para
evitar que se disipe… ya sabes.
En fin, cogí la lata y la abrí sin pensarlo. En ese
momento no caí en la cuenta de que haría el típico ruido que hace una lata al
abrirse. Por desgracia, no fui el único que lo oyó. Noté como, sin verme, la chica
había empezado a asustarse. Estaba tensa y noté un ligero tartamudeo en su voz
cuando preguntó el típico: “¿Hay alguien ahí?”
¿Sabes qué? Siempre he pensado que hay que ser muy
imbécil para hacer esa pregunta porque, si no te contestan, que es lo que suele
pasar, te relajas pero, ¿y si lo hacen?
Así fue que, cuando murmuró la
pregunta, salí lentamente de mi escondite mientras le respondía de forma
tranquila y le daba un sorbo a mi bebida, a la espera de su reacción. Ella,
como era de esperar, se asustó más aun de lo que ya estaba. Ni te imaginas lo
que me llega a excitar ese momento, el primer contacto…>>