sábado, 8 de noviembre de 2014

La curiosidad no mató al gato











       Intentó ser puntual para cumplir con su horario, pero eso no era lo suyo. Aparcó frente a la casa a las 22:37, llegando con treinta y siete minutos de retraso. El tiempo dejó de importarle hace mucho, cosa que solo podían saber aquellos pocos que le conocían bien.
       No salió del coche, sino que permaneció sentado en el asiento del conductor un buen rato, observando. Pudo ver que habían dos coches en la entrada. ¿Tendría visita o simplemente tenía dos vehículos? Observó cómo se iban encendiendo y apagando las luces de las habitaciones que tenían ventanas. Formaban un recorrido. Quiso imaginarse las habitaciones, los pasillos, el salón, la cocina,... Incluso a la persona que vivía en ella.

         <<¿Cómo serán sus vidas antes de mí? –Pensaba para sí mismo antes de cada trabajo– ¿Serán felices?>>


       Nunca podía responder esa pregunta, pues lo único que veía en cada víctima era el terror que les producía verle a él, cuchillo en mano, decidiendo por ellos el final de sus vidas.




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